Otra
institución excepcionalmente notable y pilar fundamental sobre el que
descansa el Islam es el zakat. No conocemos la existencia en cualquier
otra lengua de un equivalente a la palabra coránica Zakat y del
significado que conlleva.
No
es sólo una forma de caridad, ni limosnas, impuesto o diezmo. Ni tampoco
es simplemente una expresión de amabilidad; es todo ello combinado y mucho
más. No se trata sólo de una deducción de un
determinado porcentaje de la propiedad de uno, sino un enriquecimiento
abundante y una inversión espiritual. No se refiere simplemente a una
contribución voluntaria a alguien o alguna cosa ni un impuesto
gubernamental que pueda llevarse una persona inteligente y despierta.
Antes bien, se trata de un deber impuesto por Dios y asumido por los
musulmanes en beneficio de la sociedad en conjunto. Dar el Zakat significa
"dar un porcentaje especificado sobre ciertas propiedades a ciertas clases
de gente necesitada".
El
significado literal y simple de Zakat es pureza. La significación técnica
de la palabra designa la cantidad anual que debe distribuir en especie, o
en dinero, un musulmán con medios, entre los legítimos beneficiarios. Sin
embargo, el sentido religioso y espiritual del Zakat es mucho más profundo
y vivo, así como su valor humanitario y sociopolítico. Veamos a
continuación una explicación de los efectos trascendente del Zakat
:
1.
El Zakat purifica la propiedad de las personas con recursos, aligerándolas
de aquellos incrementos que ya no le pertenecen, los incrementos que deben
distribuirse entre los debidos beneficiarios. Cuando debe pagarse el
Zakat, un determinado porcentaje de la riqueza debería distribuirse
inmediatamente de la forma correcta, porque ya no pertenece al propietario
la posesión moral o legal de ese porcentaje (2,5 %). Si no lo hiciera así,
estará reteniendo, obviamente, algo que no le pertenece. Eso es corrupción
y pura usurpación desde todo punto de vista, tanto moral como espiritual,
legal y comercial. Significa que el porcentaje retenido de manera
ilegítima convierte en impuro y compromete la totalidad de los bienes. El
capital puro y las posesiones honradas son los primeros requisitos de la
prosperidad permanente y las transacciones honestas.
2.
El Zakat no sólo purifica la propiedad del contribuyente, sino que limpia
también su corazón de egoísmo y codicia de riqueza. Por consiguiente,
libera el corazón del receptor de envidia y desconfianza, de enemistad y
desasosiego, introduciendo en él buena voluntad y cordiales deseos hacia
el contribuyente. Consecuentemente, la sociedad en general quedará
purificada y libre de sospecha y de la lucha de clases, de desconfianza y
rencores, de corrupción y desintegración, y de todos sus
males.
3.
El Zakat mitiga al máximo los sufrimientos de los necesitados y de los
miembros pobres de la sociedad. Supone un consuelo sumamente reconfortante
para los menos afortunados, y constituye una poderosa llamada para que
todos contribuyan e incrementen su parte. Naturalmente, para el necesitado
supone una medida de emergencia, de la que no debe depender
exclusivamente, puesto que está llamado a superarse y hacer algo por los
demás. Para el donante es una calurosa invitación a ganar más para poder
beneficiar más. Es, directamente e indirectamente, un tesoro abierto para
la inversión espiritual, que compensa en abundancia a todas las partes
interesadas.
4.
El Zakat constituye una sana forma de seguridad entera contra la avaricia
egoísta y los desacuerdos sociales, contra la intrusión y penetración de
ideologías subversivas. Representa un eficaz instrumento de cultivo del
espíritu de responsabilidad social por parte del contribuyente, así como
la percepción de seguridad y posesión por parte del receptor.
5.
El zakat constituye una viva manifestación de la concepción espiritual y
humanitaria de las interacciones de respuesta entre el individuo y la
sociedad. Ilustra claramente el hecho de que, aunque el islam no pone
trabas a la empresa privada ni condena la posesión particular, tampoco
tolera el capitalismo egoísta y codicioso. Es una expresión de la
filosofía general del Islam, que adopta una vía moderada e intermedia,
pero positiva y eficaz, entre el individuo y la sociedad, entre el
ciudadano y el estado, el capitalismo y el socialismo, el materialismo y
la espiritualidad.
La
cuota del Zakat
Todo
musulmán, hombre o mujer, que tenga al final del año más de 35.000 pesetas
aproximadamente en efectivo, o en artículos de comercio, debe dar el Zakat
a razón del dos y medio por ciento, como mínimo. En el caso de disponer de
la cantidad en efectivo la cuestión no es difícil; más, cuando una persona
posee riqueza en stocks o artículos comerciales, debe evaluarla al final
de cada año, de acuerdo con el valor normal, y dar el Zakat a razón del
mismo porcentaje de dos y medio por ciento del valor total de la riqueza.
Si su inversión se cifra en bienes inmuebles, como edificios e industrias,
la cuota del Zakat se calculará sobre el total neto de los ingresos, y no
sobre el valor total del conjunto de los bienes. Pero, si comercia o pone
a la venta edificios y casas, la cuota del Zakat se calculará sobre el
valor total de todas las propiedades. Del mismo modo, cuando alguien sea
acreedor y la persona deudora sea solvente, se pagará el Zakat con arreglo
a la cantidad que ha prestado, pues sigue siendo una porción de su riqueza
garantizada.
Hay
que recordar, en todos los casos, que sólo se paga por el saldo neto. El
Zakat corresponde al saldo neto después de haber pagado sus gastos
personales, sus estipendios familiares, desembolsos necesarios y los
créditos debidos.
Es
preciso recordar también que la cuota del 2,5 % representa sólo un mínimo,
en momentos de emergencia, o cuando aumentan las necesidades, no existe
límite; cuanto más se da, mayor beneficio reciben todos los interesados.
La distribución del Zakat sirve a todos los fines para los que se lanzan
numerosas campañas de captación de fondos. El fondo del Zakat sustituye a
todos los demás. Es cierto lo que nadie estaba facultado a recibir el
Zakat; todos los súbditos - Musulmanes, Cristianos y Judíos- del vasto
imperio islámico poseían lo suficiente para satisfacer sus necesidades, y
los mandatarios tenían que depositar los cobros del Zakat en el tesoro
público. Ello indica que cuando se cumple correctamente la ley del Zakat
se reducen las necesidades de los ciudadanos y se enriquece la hacienda
pública, en tal medida que no puede haber necesitados ni pobres,
disponiéndose además de enormes superávits.
El
inagotable poder de esta eficaz medida de interés público deriva del hecho
de que constituye un precepto divino, un mandato recibido del mismo Dios.
No se trata de una cuestión personal, ni de una contribución voluntaria;
es, más bien, una obligación de cuyo cumplimiento será cada uno
responsable directo ante Dios. Habida cuenta de que el Zakat debe exigirse
en interés común, por ser legislación establecida por el mismo Dios,
ningún musulmán está autorizado a descuidarla. Cuando no se observa
correctamente, las autoridades legítimas del Estado deben intervenir, en
nombre del pueblo, para confirmar la institución y comprobar su justo
cumplimiento.
Los
justos receptores del Zakat
El
Sagrado Corán clasifica los justos receptores del Zakat del modo
siguiente:
1.
Los musulmanes pobres, para mitigar su escasez.
2.
Los musulmanes necesitados, para proveerles de medios con los que poder
ganar su subsistencia.
3.
Los nuevos musulmanes conversos, para permitirles estabilizarse y
satisfacer sus nuevas necesidades.
4.
Los musulmanes prisioneros de guerra, para liberarlos mediante el pago de
rescate.
5.
Los musulmanes endeudados, para descargarlos de las obligaciones
contraídas por necesidades apremiantes.
6.
Para pagar los salarios de los empleados musulmanes nombrados por un
gobernador musulmán para el cobro del Zakat.
7.
Los musulmanes al servicio de la causa de Dios, por medio de la
investigación, estudio o propagación del Islam. Esta contribución se
dedica a cubrir sus gastos y ayudarles a continuar sus
servicios.
8.
Los musulmanes viajeros, que se encuentran perdidos en una tierra extraña
y requieren asistencia. El
receptor merecedor del Zakat es aquel que no cuenta con nada para
satisfacer sus necesidades o posee poco ( menos de 35.000 pesetas al
terminar el año).
Si
alguien dispone aproximadamente de 35.000 pesetas o más debe ser
contribuyente, no receptor del Zakat. Cuando un receptor recibe su cuota y
encuentra que es suficiente y le queda un saldo próximo de las 35.000
pesetas, no debe aceptar nada más. Ha de devolver cuanto reciba para
dárselo a otros receptores más apropiados.
El
zakat puede distribuirse directamente a personas de una o varias de dichas
clases, o a organizaciones de bienestar que cuiden de ellas. Puede
repartirse, igualmente, en forma de becas a investigadores y estudiantes
musulmanes brillantes y prometedores, o en forma de subvenciones a
organizaciones del bienestar e instituciones de servicio público, que
patrocinen tales causas.
Un
musulmán pobre incapacitado o inválido goza de preferencia ante el sano,
capaz de procurarse algunas ganancias. El contribuyente deberá servirse
del mejor para encontrar a los beneficiarios más merecedores.
Los
impuestos que pagamos actualmente a los gobiernos no sustituyen este deber
religioso. Debe considerarse como obligación especial y pagarla por
separado aparte de los tributos gubernativos. Ahora bien, los musulmanes
de Norteamérica, por ejemplo, pueden beneficiarse de las leyes fiscales,
que permiten ciertas deducciones para obras benéficas. Deben pagar su
Zakat a los beneficiarios merecedores y reclamar después las cantidades
pagadas como deducciones legales adecuadas. |