El Dios
Misericordioso y Amante ha enviado multitud de profetas en épocas
diferentes de la historia. Todas las naciones conocidas han tenido uno o
varios profetas de Dios fueron hombres de buen carácter y elevado
honor.
Fueron
preparados y elegidos por Dios para entregar Su Mensaje a la humanidad. Su
honradez y veracidad, su inteligencia e integridad, están fuera de toda
duda. Fueron infalibles por cuanto no cometieron pecados ni violaron la
Ley de Dios; aunque, como mortales pudieron incurrir en errores no
intencionados, en algunos asuntos y decisiones humanas. Su criterio
privado no fue siempre necesariamente acertado.
El envío de
estos profetas por Dios constituye una clara manifestación del fuerte nexo
existente entre el Cielo y la Tierra, entre Dios y el hombre, significa
que el hombre puede reformarse y que tiene mucho de bueno dentro de sí. La
finalidad del mensaje profético radica en confirmar Io que el hombre ya
conoce o puede conocer, y en enseñarle Io que no conoce o no puede conocer
por sus propios medios. Consiste, así mismo, en ayudar al hombre a
encontrar el camino recto de Dios, en hacer el bien y rehuir el mal. Los
profetas representan una elocuente expresión del amor de Dios por Sus
Criaturas, y Su Voluntad de conducirlas por el sendero de la creencia y el
comportamiento acertados.
Es una manera
de subrayar Su Justicia hacia el hombre, porque previamente le muestra su
orientación auténtica, haciéndole, después responsable de sus actos.
Advierte al hombre, a través de Sus Profetas, que si su obcecación le
impide advertir los peligros de sus malas acciones, su comportamiento se
hace objeto de castigo. Todo ello se halla en completo acuerdo con el amor
y la justicia de Dios, y con el valor y la capacidad del hombre como
responsable ante su Señor.
Tanto el
origen como la protección del Mensaje Profético proceden de la fuente del
Uno y el Mismo: es Dios. Su objetivo es el de servir a Dios, poner al
hombre en conocimiento de Dios y de Sus Divinas Esperanzas, establecer la
verdad y la bondad, ayudar al hombre a realizar el auténtico objetivo de
su existencia; esto es, a dirigir su vida con una finalidad determinada.
Es, en base a esto, por lo que los musulmanes no hacen ningún tipo de
discriminación entre los profetas y aceptan sus enseñanzas como
consistentes y complementarias. Y es, por esta razón, por la que los
musulmanes creen en todos los Libros Sagrados y aceptan a todos los
profetas de Dios, como ya se ha mencionado.
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